
no estoy parafraseando a Enrique Iglesias. Si los signos exteriores no garantizan espiritualidad, sí que ayudan. Crear un ambiente agradable, candle-lit, incienso, aroma-terapia,sonidos de la naturaleza. Tentamos con la lluvia. Esa que limpia por fuera y escurre por dentro. El plan, escaparnos temprano de clase y llegar a armar el escenario. Un cómplice, el mismo del amuleto. Un detractor, predecible. Una frase discordante: rentabilizar el tiempo. Alfombras y cojines, todos al suelo. Hubo resistencia, pero cada uno se fue entregando. El pretexto, el trabajo de inteligencia espiritual, la razón, cada uno con la suya. Hay toda una tendencia, que habla del regreso a lo escencial. Que señala el camino hacia la unidad. Que busca la trascendencia. Que extiende horizontes y libera de pesas mentales. De smog mental. Que permite percibir las sutilezas, los matices. Somos uno y somos ninguno. Eso es la renuncia. El desprendimiento más difícil, el del ego. La metáfora de la lluvia, sin referente en una ciudad donde sólo garúa. El intento por escapar para regresar al mismo punto. Trabajamos como nunca. En una sesión relajada, luego de encendidas las luces, repartimos los temas. Nos reconectamos con el "mundo real", por supuesto, empanadas de por medio. Qué más real que el hambre. Como dijo mi cómplice, los sagrado puede estar en cualquier parte. Como dirían los psicólogos transpersonales,sacralizamos lo cotidiano. Y ahora sí parafraseando, no a Iglesias, rentabilizamos el tiempo. Sólo que no le encuentro precio justo a ese momento. Es invalorable. Permanece. Trasciende.