miércoles, 30 de diciembre de 2009

despropósitos 2010


"Cuántas veces precisamos la vida entera para cambiar de vida, lo pensamos tanto, tomamos impulso y vacilamos, después volvemos al principio, pensamos y pensamos, nos movemos en los carriles del tiempo con un movimiento circular, como los remolinos que atraviesan los campos levantando polvo, hojas secas, insignificancias, que a más no llegan sus fuerzas, mejor sería que viviéramos en tierra de tifones. Otras veces es una palabra cuanto basta". (Fragmento de La balsa de piedra de Saramago)

He decidido hacer catarsis y decirlo ya! a los cuatro vientos, a quien me quiera escuchar y a quien no también. El año nuevo y el que se van, como siempre, mis mejores pretextos para hurgar, entre los libros, la música, el Internet, cualquier fuente que me quite el síndrome de la página en blanco.

Vivir la vida pre-determinada es una tortura. El Papa regresa con su monserga de que la mujer fue hecha de la costilla de Adán y refuerza su rol de compañera. La Iglesia una vez más abre su gran boca para recordarnos por dónde tenemos que andar y derechito camino a la salvación. Me encanta la vida de pareja, que no se me mal entienda. Pero en esta vida de pareja, cada roto busca a su descocido con sanas o turbias intenciones, que al Papa por cierto, no deben concernirle en absoluto. Y qué hay de las mujeres sin pareja? Y de las que se emparejan entre ellas, y de las que tienen más de una pareja? o de las que andan disparejas, entre el si y el no y el tal vez también? Me parece un despropósito, por decir lo menos, pretender meternos a todas y cada una en el propósito de una iglesia anacrónica y desfasada de la realidad.

También es una tortura, sin embargo, vivir la vida indeterminada. Hay momentos en que una precisa de certezas. Certeza de amor. Certeza de salud. Certeza de dinero. Certeza de que el tiempo se puede combatir con una dieta balanceada y un buen régimen de ejercicios. Certeza de los hijos, de sus horas de salida pero sobretodo de las de llegada. Certeza de los meses fríos y del sol en Año Nuevo. De las burbujas del champagne y las cosquillas en el estómago, de las que nunca queremos prescindir. Certeza de un espacio ocupado en un lugar pre-determinado de la mesa y no determinado de la cama. De los horarios en el baño y de las dosis de pasta en el cepillo. De los colores en las uñas, fríos en verano y cálidos en invierno y de las sesiones de cera como mínimo una vez por mes.

Tortura de sentirse torturada, tanto por la certeza como por la arbitrariedad. Por no caber en el pellejo y vivir a merced de las hormonas. Por encontrar sosiego en la soledad conmigo y desasosiego en la soledad de a dos. ¿Quién llamó ángeles a los momentos de silencio donde se buscan las palabras y se encuentra el tedio? Tortura por no encontrar esa palabra, la que basta y sobra. La que convierte en tifón la tímida brisa de verano, y te pone la piel de gallina y te dibuja las chapas como a niñita serrana. Tortura por encontrarla donde no la buscas y cuando menos te lo esperas, y no saber qué decir ni qué hacer, porque las certezas, ah, las certezas, son las que menos te torturan cuando llega la calma.

1 comentario:

DE PIEDRA O CRISTAL dijo...

Un remolino de dudas y certezas en un grito de mujer sin miedo, y que las mujeres sigan siempre sin temor el camino, correcto o incorrecto, divino o profano, hacia la búsqueda de la felicidad. Gracias Mabecilla