sábado, 14 de marzo de 2009

So what?


La crueldad no fue mi dominio. Hasta he alimentado hormigas, - como si esas sabias laboriosas hubieran necesitado de mi – pasatiempo de niña solitaria y observadora. Una vez me encontré un colibrí herido. No he visto nada más indefenso en mi vida. Lo alimenté por unas horas con yema de huevo cocida, recomendación de una vecina excéntrica, creo que lo maté. Lloré mucho. Por algunos meses cada vez que veía un colibrí, - antes se veían seguido – lloraba. También sufrí terriblemente cuando los schnauzer de mi vecina se tragaron a los pollos que me saqué en la kermes de mi colegio. La madre, como buena alemana con harto sentido de culpa y deseo de reparación, se fue a La Agraria y me trajo 3 pollos que acababan de salir del cascarón, hasta húmedos estaban. Los crié hasta gallos y me opuse a que fueran al caldo del jardinero. Murieron de viejos creo, sin gloria pero sin pena, ni en la olla ni en la arena.

No fui una niña cruel, como lo son muchos niños que aprovechan de la inmunidad que otorga la infancia para liberar la válvula de la violencia antes de que estalle en la adultez. Debí serlo, aunque sea un poquito, porque ahora me he vuelto cruel de toda crueldad. Ya hay varios muertos en mi haber. Algunos destripados, otros degollados, y muchos desollados. Los he reventado a golpes en mi mente, y el que sean muertos imaginarios no es atenuante alguna, no me estoy exculpando, los asumo, a mis muertos, son mi pasivo, pasarán a ser parte de mi karma seguro, o de la leña que ha de quemarme en el fuego de algún infierno.

Algunos de ellos pretenden regresar a hacerme la vida imposible, como si no bastara la condena de la eternidad para lidiar con sus lamentos, regresan como fantasmas del pasado, a preguntar qué fue, qué fue qué fue de ti, y qué has hecho del amor que yo te he dado… a esos los vuelvo a matar, sin miramientos, con premeditación y alevosía, sin atenuantes y todos lo agravantes.

La crueldad se ha vuelto mi dominio. De la niña piadosa y caritativa poco queda. Es que ya no se trata de indefensos colibríes, ni de seres desvalidos. Me he dado cuenta que no resisto la decadencia humana, exudo intolerancia por cada uno de los poros de mi piel.

Probablemente tendré que esperar una encarnación más para deshacerme de ellos. Sólo espero que regresen en forma de hormiga, para rociarlos con agua hirviendo, o de pollos, para torcerles el pescuezo. Como seré una niña cruel nada contemplativa, después seré una adulta normal tranquila. Ni modo. Para otra vez será. So what?

4 comentarios:

Fernando Bolaños dijo...

Siempre me sorprendes, Mabe...

Ebam dijo...

... y yo me asusto de mi misma...

Anónimo dijo...

Que palabras bellas.
http://surande.blogspot.com/

Ebam dijo...

Gracias por su comentario Grupo Surande, qué bueno que encontraran mi blog desde Chile!!