viernes, 11 de abril de 2008

Mi segundo lento




No voy a escribir sobre el primero, ese fue irrelevante, no me movió ni un pelo. El segundo, ese sí que lo recuerdo, me movió algo más que las hormonas. Ya verán:




Corría otoño de 1977 y sonaba “baby come back” melosamente, ruidosamente, en el tocadiscos (sí probablemente era un LP) de mi prima. De pronto, uno, dos, tres pasos y estaba frente a mí, debí levantar la vista como 15 cms para hacer eye contact. Antes de que le dijera si o no, ya estaba rodeando mi cintura con sus brazos de maquisapa, me daba como tres vueltas.




Ay, ahora qué hago, eso de que los codos interponen distancia no iba a funcionar, además, tampoco quería que funcione. Entonces, brazos al cuello namá, qué se iba a hacer.




Primero, la temperatura, luego el olor, aunque casi al mismo tiempo, temperatura y olor, luego la textura de la ropa, luego la sensación de la piel del cuello, de los brazos, del rostro, de la barba incipiente, del pelo, después, pero más cerca, la percepción de los micro-movimientos, como 60 kilos de huesos acomodándose en 1.75 de estatura, que llevaban armónicamente 48 kilos contenidos en 1.60. La “L” con la “i” como diría mi mamá.




Un inglés mascado en mi oído derecho, como un susurro, baby come back, I was wrong, and I just can’t live without you pan, pan, pan!!!, la típica guitarra eléctrica del rock lento de los 70, ese que se dejó de bailar, no sé por qué extraña razón, si era tan rico!




Cuando abrí los ojos noté que no nos habíamos salido de la loseta donde empezamos a bailar, pero yo sentía que me había llevado de norte a sur, de este a oeste y que habíamos recorrido toda la línea ecuatorial a pie en los tres y algo minutos que dura la canción. Ahora me río, pero así fue, la sacuara que me estaba sacudiendo de esa manera se quebraba de tal forma que mi pelo casi tocaba el suelo en cada ir y venir, como muñecos porfiados que se balanceaban sobre su eje. Ese muchacho esmirriado, moreno, de ojos enormes y brazos de tenaza se llama Polo Gallo, aun lo recuerdo, con una infinita ternura.

5 comentarios:

Cesarolo dijo...

Un poco de nostalgia no está mal.
Nunca bailé un lento, no es una experiencia de la cual pueda hablar...
Me gusta cómo narras las sensaciones. Cuando las leo, las siento, los disfruto, las hago mías...

Ebam dijo...

ah saudade...no sabes de lo que te has perdido... eres un niño viejo, deberías experimentar...sólo tienes que ir uno, dos, tres pasos, agarrar a alguien de la cintura, y dejarte llevar...
me gusta narrar sensaciones, las revivo también,vivo la sensación del recuerdo y el recuerdo de la sensación...

Anónimo dijo...

Vaya, las lentas... esas melosas canciones que a todos ponían en alerta! En vez de ser lentas, eran una aceleradas de corazón alucinantes, por su puesto, si te interesaba con quien bailabas y había química... que si no, era la tortura china más desgarradora e inenarrable que pudiera haber!

Por cierto, para otoño del 77 no había nacido, es más, aún ni siquiera estaba en proyecto!

:P

Ebam dijo...

Desde tu posición de ventaja - los chicos eran los que sacaban a bailar - no creo que te hubieras auto-infringido esa tortura, salvo que fueses masoquista. Yo por mi parte, solo aceptaba a los que realmente me gustaban, y los escogía de la cola que formaban para poder bailar conmigo, jajajaja, y del 77 hasta ahora, creo que me sigue pasando lo mismo!

Cesarolo dijo...

Tranquila pues haz cola para bailar conmigo, si quiero...