viernes, 29 de mayo de 2009

Lima mojada


Hoy amaneció mojado. Lima amanece mojado en junio. Lima es una ciudad especial. La palabra especial entendida como la usamos las limeñas, “ay, qué especial que eres”, no, no es un halago, es un semi-reproche, es una crítica disimulada, dicha sotto voce, como hablamos las limeñas. Lima es igual, amanece mojada, tímidamente mojada, no empapada ni encharcada ni inundada, nunca desbordada, sólo mojada, como recién salidita de la ducha tibia, envuelta en su mullida toalla de neblina.

Me imagino cómo será despertar en una ciudad exuberante todos los días. Ser como una de sus mujeres, vociferantes, altisonantes, hablando sin tapujos desde el café de la mañana hasta el cólico menstrual que anuncian sin complejos al marido, al jefe, a la amiga, a quien quiera escucharlas. Ellas, que desbordan, se desbordan, en palabras, en agua, en sangre. En ellas, todo es exagerado, todo es hiperbólico, ellas no se callan ni sus pecados, las mujeres, las ciudades.

En un viaje de trabajo a Sao Paulo me escapé a Santos, aprovechando de la hospitalidad de una colega. Cuando llegué quedé sobrecogida. Yo andaba con mi esquema mental de los balnearios limeños, pequeños guetos excluyentes o refugios de tablistas. Santos es monumental, como monumental la tormenta que nos recibió. La playa exagerada de un país exagerado, con estadio y Pelé incluidos. Mi amiga de exagerada anatomía se puso un hilo dental que me hizo ver como monja y me invitó a meternos al mar para mojarnos sobre mojado. Doblemente mojadas, no como en Lima. Después me enteré que pudimos haber tenido una muerte exagerada, partidas por un rayo en el mar de Santos.

Vivir cubierta de neblina para morir achicharrada, hubiera sido tremenda paradoja. Aunque mejor mojarse y quemarse que no haberse mojado nunca, pero bien mojada!

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