jueves, 7 de mayo de 2009

rutina rota


Cada quien tiene sus mecanismos para enfrentar a la rutina, esa vieja señora que nos espera en las mismas y concurridas esquinas por las que nunca evitamos pasar. La culpamos. Siempre desaliñada y con poca gracia. Aun así vamos a su encuentro a cada momento, con acciones repetitivas, como maniaco compulsivos sin voluntad y sin pasión. Desde el despertar con la primera pila del día hasta la ceremonia del hasta mañana, cepillado de dientes, mi lado de la cama, la sábana doblada sobre el cobertor y la almohada ajustada hasta la última pluma.

Siempre me evadí de ella, escapándome de las Barbies y de las casitas de muñeca. Yo armaba carpas en el jardín con sábanas y cubrecamas que extendía entre los columpios y el tobogán.
También detestaba el monopolio, ese juego aburrido que forma empresarios angurrientos, ¿qué posibilidades deja a la imaginación? pasa por go y cobra 200 y sigue la tómbola de la compra – venta hasta que te quedas en la bancarrota. Circuito cerrado que cuadricula la mente y no permite ni pizca de creatividad. Por eso es que ahora andamos con crisis financiera. Si los magos de las finanzas de hoy hubieran jugado canicas, trompo o bolero, en lugar de ese estúpido juego de mesa, seguro las bolsas andarían menos alteradas y susceptibles a la “volatilidad de los capitales”.

Así andaba y ando en busca de maravillas. De días iluminados más que luminosos. Distrayéndome para que el portento de la sorpresa me tomara realmente desprevenida. El color de los pensamientos, la textura de las hojas, las patas de las arañas, el olor de la naftalina el sabor de los fósforos quemados… Pero no era fácil, como no lo es ahora. Despertarse a las 6 de la mañana escuchando radio reloj para irse al paradero a esperar el ómnibus 11 apestando a petróleo que me llevara a La Molina en un viaje de más de una hora de camino. Hoy despierto con cualquier cosa menos con un despertador. Si un auto huele a gasolina me bajo despavorida. Evito ir a La Molina porque los viajes interprovinciales son para ir de vacaciones. Pero otras rutinas han reemplazado a aquellas y no hallo forma de sacarles la vuelta. Ruta A: Vía Expresa, Javier Prado, Olguín, El Derby, ruta B: Ricardo Palma, Pedro Venturo, Higuereta, Caminos del Inca, corta por Chacarilla, Velasco Astete, Pentagonito, cruza Panamericana, El Derby…harto predecible, harto secuestrable si no fuera porque mi camioneta va a cumplir la misma edad que mi hija… mismo carro, mismo marido, misma casa, mismo trabajo…en sentido inverso, 6 años, 15 años, 21 años, 12 años…¿cuántas repeticiones se necesitan para convertirse en una rutinaria empedernida? Si no fuera por el tráfico de mierda y el instinto asesino que se apodera de todos los conductores en Lima, andaría en bicicleta, o buscaría mi patineta en el garaje de los recuerdos. Era azul, de metal, estaba quiñada por todos lados porque un día se me dio por aventarla desde las escaleras de mi casa, escalón por escalón, a ver hasta que altura resistía (resistió estoicamente las 25 gradas de cemento de la escalera por la que me escapaba hacia la puerta falsa de mi casa y de allí a donde el humor me llevara…)

Creo que una de las claves para huir de la rutina es poder conservar la capacidad de sorprenderse, de ruborizarse y de cagarse de risa (esta última no literalmente por supuesto). Antes me daban ataques de risa por quítame estas pajas, en Misa, en clase, en la mesa, hasta que la comida se me salía por la nariz. Ahora río menos pero también lloro menos. Señales alarmantes de que crece la rutina, la estabilidad emocional no es siempre un buen indicador.

Siempre están los centros comerciales, las peluquerías y los spas como escapes ficticios. El paso por ellos no hace más que reforzar los hábitos rutinarios. Tres pleitos con mi jefe, una cartera, dos peleas con mis hijos una manicure, una crisis matrimonial un corte de pelo y así, según las preferencias de cada una. Casi como pasar por go y cobrar 200, sólo que en este caso peor, porque en lugar de cobrar, pagamos, se arruina la economía familiar y se refuerza la compulsividad.

Entonces llegan espacios virtuales a ofrecer escapes virtuales a problemas reales: facebook, los blogs, o adminículos como el ipod, el blackberry, iphone, etc. Fugas socialmente permitidas para personas socialmente adaptadas que se resisten a pasar por go cada tantas vueltas al tablero. Allí estoy yo. Buscando mundos maravillosos en una realidad caótica. Escapándome por la puerta falsa en busca de alguna mariposa con el ala rota.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ta bonito Tia!!!
Nunca dejes de sorprenderte!!!