domingo, 2 de septiembre de 2007

Pretextos para el café

Porque siempre hay un pretexto para el café. El frío, el cansancio, el sueño, la ansiedad, las ganas, la rutina, el hartazgo. Desde que lo pruebas por primera vez, vas asociándolo con alguna sensación. También con el contexto. Hasta hay, ahora, lugares sólo para café-adictos, o dizque, buscando simplemente pretextos para sentirse "in". In sí, incluidos en ese ambiente o donde te aprendes los códigos ("tall" es pequeño, "grrandei" es mediano y "venti" es grande, o eso creo) o te miran como si fueses una idiota. Pero hay otros lugares, felizmente, donde no hay pretextos. Están en la memoria, o al menos en la mía. Café con leche (y no "latte") en los desayunos de invierno, con pancito remojado más. Café negro en la casa de una tía entrañable o viejo profesor de marinera, y mucha, pero mucha tertulia. Café instantáneo en vaso descartable en las interminables sesiones de algún taller de la universidad. Café literario, café cibernétio, cafecitos de la maestría para matar el frío en el cubil, o en mi gélida casa de San Antonio. Ahora, café servido en vistosos vasos de aluminio para llevarlo como estandarte o portador de una cultura que no es la propia. Café con sabor metálico, porque todo vale en esta sociedad globalizada para sentirte parte de, buscando siempre algún pretexto.


Y así caes en el juego y en el espacio ex-profeso cronstruido para albergar a tanta variedad de café-adictos, o dizque, tan bien estereotipados como los productos que van a consumir. Los hay en todas las combinaciones pero por lo general, en sólo tres presentaciones. Escoges una y te llaman por tu nombre para "personalizar" la atención. Con la misma cara te sonríen, bien si eres "tall, "grrandei" o "venti", o si eres pura leche, café con leche, leche con café o más café que nada. Escriben tu nombre en el vaso para que te vayas feliz como niño con sorpresa de santo a buscar algún lugar donde sentire "grrandei" . Con suerte encuentras un lugar, con más suerte un mullido sofá donde empezar a saborear tu elección, por cierto, con muy poca privacidad. Todos, igual que tú, sorbiendo por un huequito que deja sabor a plástico. Claro pues, si el café es sólo el pretexto. Por fin puedes dedicarte a lo que viniste a hacer mientras la sensación térmica del plástico te calienta las manos pero te sancocha la lengua. Soplas por el huequito, inhalas para rescatar el aroma de café contaminado por el plástico. Dejas el vaso sobre la mesa, lo vuelves a agarrar y empiezas el ritual nuevamente.


El vaso está frío y sin contenido. Lo que tenías que hacer, ya lo hiciste y se te acabaron los pretextos. Miras alrededor y más de lo mismo pero en diferente presentación. Alta rotación "you have to move on". Sales tan vacía como el vaso. Te enfrías más, está lloviendo. Te vas recordando los cafés sin pretextos que sí te calientan el alma.

2 comentarios:

Cesarolo dijo...

Es cierto, hay motivos mil para el café, mejor dicho, no creo que exista un motivo para tomarse un café, en realidad, es como fumar un pucho, creas un pretexto, al final, también es adictivo.
Mil veces prefiero el ambiente cálido de tu sala (no por el clima, por lo general hace frío; sino, por estar con todos ahí) y el café que, con mucho amor, prepara la Sra. María, aunque no lo tome, salvo cuando estoy de boleto o cuando muero de sueño...
PD.- MABE SOY TU HINCHA!!! espero algún día escribir así, como tú.

Ebam dijo...

Cesarolus, espero que la casa no pierda su magia, hoy parece que no funcionó, estabas serio...

Por lo de hincha, no seas modesto, además, si me atreví a meterme en esta tema en gran parte, te lo debo a tí. Eres la única persona que ha podido mostrarme el lado amigable de la tecnología, y eso, tu sabes, es bastante decir!