jueves, 12 de junio de 2008

azarosa travesía por una maestría ...


Bitácora:
Llevar un cuaderno de bitácora es toda una experiencia. Nos convierte en marinos mercantes, en piratas, en corsarios, en hombres y mujeres de mar. Surcando océanos, remontando corrientes, desafiando tormentas, buscando aventuras, sobreviviendo naufragios. Metidos en un mismo barco, los que llevamos la Maestría en Gerencia Social tenemos expectativas diversas. Por supuesto, diversos niveles de exigencia. Para mí, -porque hablaré desde mis percepciones-, esta travesía ha sido extraña. Es muy extraña.

Primer tramo de la travesía:
Cielo despejado. Viento a favor. Grandes expectativas de la tripulación al momento de zarpar.

Esperamos llegar a buen puerto y con un bagage incrementado. Las bodegas están vacías, hemos hecho espacio para todo lo que iremos encontrando en el camino. Esperamos instrucciones del capitán. Este aparece muy esporádicamente. Qué raro. Las cuatro ciudades que visitamos en este tramo han estado llenas de sorpresas. Ha sido enriquecedor. Los tripulantes se empiezan a congregar en torno a intereses comunes, se complementan, se vislumbran los primeros grupos. Algunas deficiencias en la coordinación del viaje se empiezan a hacer evidentes, pero el capitán traslada responsabilidades, se pone a la defensiva.

Segundo tramo de la travesía:
Travesía accidentada. Grandes oleajes de frustración, desánimo a bordo, intento de motín, soplan vientos de esperanza pero no insuflan las velas suficientemente. Parte de la tripulación abandona el barco, otra cambia de ruta. Se busca arbitraje de la autoridad marítima, ésta se compromete a tomar cartas en el asunto pero no aborda el fondo del problema.

He sentido que este barco ha estado a punto de zozobrar, de encallar, de hundirse irremediablemente frente al estupor de algunos y la indiferencia de otros. Por eso, opté por el motín a bordo. No dio resultados. No tenemos capitán, ni siquiera timonel. ¿A quién puedo tomar de rehén, a quién llevar al palo o a quién aventar por la borda sin salvavidas? Esta travesía tampoco tiene ruta. Zarpamos de un puerto con rumbo fijo, pero las corrientes nos han llevado por aquí y por allá, nos desvían a su antojo. A falta de capitán, un grupo de sublevados hemos elevado las velas y estamos aprovechando los vientos favorables que se presentan para avanzar con mucho esfuerzo. Nos estamos curtiendo, con el sol, con la sal, con la decepción. Nos estamos desafiando. Tratamos de manejar la frustración, pero ésta se presenta a cada momento en oleadas enormes. Nos estamos cuestionando, pero no hay referentes. Queremos retomar el rumbo, pero en vez de brújulas, astrolabios, cartas de navegación o cualquier otro instrumento útil, sólo encontramos pinzas (para tomar las cosas por encima nomás), tijeras (“para cortar por lo sano”) y serruchos (para abrirle el piso a quien estorbe). Las ciudades visitadas hacen que las penurias tomen algún sentido. Nos adormecemos por un momento, encandilados por la maestría de los anfitriones. Pensamos que el albur ha jugado a nuestro favor y que aun sin capitán, podemos capitanearnos nosotros mismos. Pero, el capitán reaparece y reclama autoridad. Nos acusa de sublevación. Busca chivos expiatorios. Recurre a la autoridad marítima. La autoridad marítima nos manda llamar. Entramos a juicio. Salimos redimidos. El capitán hace mutis. Simplemente, desaparece de escena.


Tercer tramo de la travesía:
Hemos sobrevivido a un conato de naufragio. Las velas están hechas jirones. Las parchamos. Decidimos continuar y si es necesario, ponernos a remar para no quedarnos en medio del océano, en medio de la nada. Las bodegas están medio llenas para unos, medio vacías para otros. La tripulación está dividida.

Hubo demora en re-iniciar el viaje. Las fallas de la coordinación aparecen ahora con patética evidencia. Regresan las olas de frustración en metraje inconmensurable. Nos tenemos a nosotros, nos tenemos a nosotros, repetimos para no exasperar, algo bueno depararán los lugares que visitaremos en este tramo. Llegamos a una isla. Parece inexplorada… para algunos es como un deja –vu, otros simplemente caminan como en terreno minado. Los anfitriones no dan respuestas, sólo exacerban las preguntas. A pesar de ello, la estadía en la isla nos permite un respiro, tomar distancia de lo recorrido hasta este punto, poner las cosas en perspectiva y en introspectiva. Me siento muy cómoda allí. Me recargo de energía y siento la energía de mis compañeros y compañeras. Algunos chapotean en la orilla, otros nos aventuramos en aguas profundas. Salimos exhaustos pero felices. Lástima que sólo sea eso, una isla.

Continuará…

No hay comentarios: