viernes, 27 de junio de 2008

había una silla vacía


Había una silla vacía, como siempre. Pero ésta no era para ser ocupada por cualquiera. Después de todo, no es cualquiera el que deja una silla vacía. Una silla queda vacía cuando alguien se va, se nos va. Una silla vacía no es una silla sin nadie. Una silla vacía es una silla sin alguien. Aunque sea ocupada temporalmente por cualquiera, sigue siendo una silla vacía, porque cualquiera no es alguien. Cuando era pequeña y salía con mi padre, siempre había no una, sino muchas sillas vacías. Yo creía que él estaba un poco loco, medio zafado, porque insistía a los mozos que dejaran los cubiertos en esas sillas vacías. Hasta les hacía servir comida, a veces. Hasta les ponía copas y brindada con cada una, con cada silla vacía. Y así crecí. Con muchas sillas vacías crecí. No recuerdo en qué momento se borraron de mi vista, desaparecieron. Será cuando tuve mis propias sillas bien ocupadas por alguien, más alguien, más alguien, más alguien, más alguien y yo. Ahora, no quiero y no voy a ver más sillas vacías. Que no me las pongan en frente porque el que se fue a barranco perdió su banco. Mis sillas no admiten más comensales ausentes, nunca más.

2 comentarios:

Cesarolo dijo...

Tanto como tuyo, este post lo siento no mio; sino, para mi...
No sé que responderte, me siento sentado en mi silla vacía nuevamente...

Ebam dijo...

it was just too much... odié esa clase